domingo, mayo 20, 2007

Encuentro

Normalmente disfruto de estar en ciudades en las que apenas conozco a nadie y nadie se interesa por mí. Me gusta esa sensación de individualidad y de poder caminar totalmente libre, sin tener que mirar con quien me cruzo porque tengo la seguridad de que no será un conocido que me saque de mi ensimismamiento.
En esas circunstancias, no echo de menos el pararme a hablar con alguien, el sorprenderme por tropezar con una persona que ya no forma parte de mi vida, pero que está intrincada en ella. Efectivamente, no extraño los encuentros fortuitos, pero cuando aparecen me recuerdan lo bueno que tiene ser de algún sitio, haberse pasado media vida en el mismo lugar.
En estos días, con mi vuelta a la ciudad que me vio nacer, he tenido bastantes de esos encuentros. Todos me han sido gratos, pero algunos, especialmente, me han iluminado la sonrisa y me han tocado el corazón.
A Javi hace años que no lo veía, quizás tres o más. En su época era para mí un amigo de una amiga, un compañero de Facultad con el que echar unas risas y compartir anécdotas de clase. Después de la carrera, las veces que lo he visto hemos profundizado más, me ha mostrado un alma linda. Además, los comentarios de nuestra amiga común durante estos años me lo han acercado y me han dejado aún más claro lo buena persona que es.
Después de tantos años, tropezarme con él por la calle me ha parecido una buena nueva, y creo que su alegría fue igualmente sincera. Ese cariño, del que a veces yo carezco, esa naturalidad en el abrazo, en el cogerme (yo que soy de poco contacto); me redescubren a personas que, como él, saben expresar lo que sienten, no tienen miedo a ser quienes son y compartirlo contigo.
Hablamos del pasado, pero sobre todo, del ahora, de en lo que nos hemos convertido y las circunstancias que nos han llevado a ser lo que ahora somos. Lo vi radiante, feliz, asentado y seguro, aunque, eso sí, con un trabajo que no se lo merece a él, porque vale bastante más de lo que le pagan.
Me gustó encontrarlo porque me gustó saber de él, sentirme cómoda y como en otro tiempo, en el que encontrarme a alguien y tomar algo era una costumbre que casi se convirtió en norma y que me permitió salir de mi caparazón y dejar la timidez por el camino.
Ahora sólo espero volver a encontrarlo, pero, esta vez, sin dejar que el azar sea quien nos cruce en una calle de Sevilla, y como él, a otras personas en las que no suelo pensar a menudo, pero que sé que si las encuentro me aportarán mucho.

2 comentarios:

UnaExcusa dijo...

Javi es un encanto. Es cariñoso, dulce, divertido, comprometido, entregado. Te cuida como si le fuera la vida en ello, se da, se entrega a lo bestia, se ofrece sin fisuras... Vamos, es de las mejores personas que conozco: un niño grande y blandito...
No me extraña que te sintieras cómoda. Javi es comodidad. Para mí, es verlo y estar en casa y comenzar a hablar y hablar y hablar, para que no se pierda nada de mi vida...
Le hará ilusión que lo llames, te lo digo yo.

Anónimo dijo...

Oyeeeee, no sabía que yo era tan lindoooooo, de verasss, y mira que mi madre me quiere, pero vamos, ve más los defectos que tengo que vosotros, y con ella tal vez salga todo lo mío, bueno, todo todoooo, ya me entiendes, jaja
Nena, para mí también fue una gratitud encontrarte, bien lo sabes, es verdad que lo expreso
Espero recuperarte poquito a poco, vale?
Un beso grande y este viernes te llamo, o el jueves, para que quedemos en todo lo referente a premadonna...
Hay que ver, cómo publicáis estas cosassssss...
Beso gordo como yo