viernes, septiembre 27, 2013

¿Casualidad?

Hoy he sonreído, más bien he reído. Cuando le he preguntado a alguien por qué le caía yo tan bien como para hacer por mí una serie de cosas que sé que para esa persona no son tan relevantes, pero que para mí son de una bondad exquisita, sin apenas conocernos, me contestó: porque el día que te conocí te vi perdida.
Y me he reído no porque me viera perdida, si no porque reaccionó como lo hago yo. Aunque ese día no andaba tan perdida (estar así es más mi estado natural que algo pasajero), es cierto que necesitaba volver a tener fe en el ser humano y que estaba en el punto en el que sabes que tienes que empezar a tomar decisiones, pero aún no sabes cuáles serán esas medidas.
Y esta persona reaccionó exactamente igual que yo lo habría hecho en circunstancias parecidas. Brindando su mano sin importarle de qué me conocía. Y eso me ha hecho sonreír. Porque es una prueba de que no soy tan especial, ni tan rara, ni tan única (y, aunque no os lo creáis, a veces y más con mi trayectoria vital, eso reconforta) y porque demuestra que la naturaleza bondadosa que yo siempre le di al ser humano está ahí, sólo necesita ser descubierta.
Añadió 'y agradezco encontrar gente como yo'. Y eso también me hizo sonreír. Ya he escrito innumerables veces por aquí la suerte que tengo con las personas que me rodean. No sé si es casualidad, cada vez creo menos que sea eso, pero lo cierto es que, afortunadamente para mí, en mi vida voy encontrando personas que son como yo y totalmente distintas, que me acompañan, me allanan el camino y me reconfortan.
Y no puede ser casualidad que aparezcan cuando yo o ellos necesitamos encontrarnos. En ese momento en el que quieres tirar la toalla, o en el que estás pletórica y necesitas propagarlo; o cuando, simplemente, empiezas a pensar que vas a estar sola.
No puede ser casualidad, porque entonces mi vida es una concatenación de casualidades digna de estudio. Porque igual que apareció esta persona, unas semanas antes apareció otra que pensaba que era para mi reconforte y resultó que era para que nos apoyáramos la una en la otra y aprendiéramos cada una de la que tenía enfrente. 
Porque cuando creí que lo había perdido todo al perder a quien amaba, llegaron muchos que me demostraron que no había perdido nada. 
Y no puede ser que yo quiera interpretar las cosas a mi manera, porque es una realidad tangible que antes no estaban y que estas personas me llegaron cuando las necesitaba. O cuando ellos me necesitaban. 
Y entonces, más que en casualidad, empiezo a pensar en karma. En que lo que recibes das, y que puede ser verdad que lo que dicen que doy, lo entrego, aunque para mí no sea nada, porque es quien soy.
Y curiosamente, que alguien me diga que me vio perdida, y que me ha hecho pensar que quizás lo estuviera más de lo que recordaba, me ha hecho sentirme bien. Porque, una vez más, algo que me apenaba se transforma en suerte, como por arte de magia. La suerte de volver a encontrar alguien que enriquece mi vida y se incorpora al mosaico de personas que conforman mi red de supervivencia.

jueves, septiembre 26, 2013

Inútiles intentos

El autoengaño es fácil. Eso dicen. Quizás soy una mala alumna. No lo consigo. Puedo deciros y decirme que no es lo que siento, pero siempre sé lo que late en el fondo. A veces duele. 
Sé cuando me ilusiono, aunque no lo diga. Sé cuando me equivoco, aunque me lance al error; sé cuando intento autoengañarme y sé cómo no lo consigo.
También pensaba que sabía que ir directamente hacia las cosas eran una forma de valentía. Pero quizás es sólo, como me dijo una amiga, una forma de chapotear en charcos fácilmente esquivables por no querer aprender. Aunque más bien me conozco demasiado como para no saber que el riesgo me vale la pena.
Las posibles futuras lágrimas bien valen lanzarse. Porque da igual hacía donde haga mi salto al vacío, lo que me mueve es esa excitación de sentir que el suelo ya no está bajo mis pies, el viento en la cara, y sentir ese resto de confianza hacia los otros que, a pesar de todo, aún late en mi corazón. 
No es que no quiera saltar el charco y evitar el barro, simplemente sé que SIEMPRE me levantaré.
No hace mucho también le explicaba a alguien, lo bueno de que el corazón se te rompa (a ella le dije te rompan, pero eso no era cierto, me lo rompí yo) en millones de pedazos hasta el punto de que te duela físicamente es que, cuando ya has tocado fondo después de escarbar y escarbar, y sales, y vuelves; SABES, verdaderamente sabes, que no habrá absolutamente nada que te deje atrapada en ese barro. 
Así que he decidido abandonar mis inútiles intentos de dejar de ser quien soy. No voy a ser kamikaze, pero tampoco voy a protegerme tanto como para renunciar a ilusionarme, intentarlo, vivirlo, disfrutarlo y, si toca, sufrirlo, con una sonrisa y algunas lágrimas.
Y habrá personas que no lo valgan, o que no me merezcan, o que no vean quien soy. Pero yo sí los veré a ellos. Y no les voy a dejar hacerme perderme, pero tampoco voy a dejar de lanzarme. Como algunos dirían, that's life. Y a mí, me gusta vivirla.

miércoles, septiembre 25, 2013

El pasado que ya no soy

Abrir una libreta nueva y encontrar una foto antigua tiene algo de magia. Al principio no sabía qué hacía ahí, una foto del año 97 en una libreta del año pasado, pero luego he caído que la busqué por mi melena... Echaba de menos mi melena.
Hace un año echaba de menos mi melena y busqué una foto. Hoy la he encontrado y he echado de menos esa mirada. Después de un arduo trabajo conseguí sentirme a gusto en mi ser y, ahora, de repente, he sentido un latigazo de añoranza por esa niña que sonreía en la foto, confiada, quizás porque no sabía todo lo que le venía encima y que me ha conformado hasta ser quien soy el día de hoy. 
No quiero ser esa niña, porque con 21 años era una niña. Esa niña a la que la presión provocaba problemas estomacales que la dejaban muerta durante días (pero que seguía trabajando igual). Esa niña que jugaba a ser adulta y no lo era, porque ni siquiera aún lo soy. 
Pero lamento haber perdido la inocencia de esa mirada que pensé que no perdería (está mermada, algo queda); haber dejado atrás esa confianza en el futuro, esa confianza sin dudas hacia la persona que me quería y me hacía la foto. Porque ahora miro de soslayo siempre, y no tengo esa fe ciega en lo que me dicen.
He sentido añoranza del no saber. 
Y me ha resultado curioso. Me siento muy a gusto en mi piel y en mi corazón. Si ahora miro atrás es para sonreír y darme cuenta de que el camino andado me ha permitido ser quien soy. Y, de repente, he extrañado aquellas partes de quien fui que me hacían confiada. Porque no sé si mi mochila me deja confiar, porque confío, pero siempre a la espera de la desilusión. Era más bonita la fe ciega.
Como todo, madurar tiene una parte fea.


sábado, septiembre 14, 2013

STOP

Y no precisamente en el nombre del amor... 
Empiezo a cansarme de estas continuas llamadas de atención del, llámemosle, Universo, para que pare. Cansada porque más que llamadas son brutales golpes que me dejan exhausta y sin entender muy bien a qué viene tanto alboroto.
No lo entiendo. En serio, ya no lo entiendo. He parado tanto, reflexionado tanto y reorganizado tanto mi vida este año (desde desaparición de las redes sociales para lograr el equilibrio hasta dejar de entrenar pasando por cosas que ya ni enumero) que, sinceramente, empiezo a pensar que todo esto es una broma pesada de algún mal karma que tuve que tener...
Porque soy una buena persona. Lo soy.Y, en serio, ¿tan acelerada es mi vida? Yo diría que no. Si me paro un poco y miro alrededor quienes hacen verdaderos malabarismos y machacan sus cuerpos y mentes son quienes tienen hijos y no paran de trabajar, y criarlos, y cuidarse, e intentan mantener las amistades, y vida y...
Y yo no hago mucho más que sobrevivir. Bien, pero sobrevivir. 
Así que, quizás el universo, karma, o lo que quiera que sea, más que pararme a hostias debería remitirme un mail, carta, mensaje en botella o discurso de desconocido (porque los conocidos ya sé qué piensan y me dejan igual de perdida o encontrada) que sea claramente comprensible para mi pobre mente mortal, que, o bien ya ha perdido todas las neuronas con el tinte, o es que intento ver señales donde no las hay y, simple y tristemente, esto es lo que llaman vida. 
Porque si aún me queda por aprender algo, sinceramente, no lo pillo. Así que, energías del mundo, en serio, quizás sería más fácil si me mandáis un whatsapp y, por un tiempo, sois vosotras las que me dejáis a mí tranquilita. 

miércoles, septiembre 11, 2013

Redecidir

No sé si es ya la cuarta o quinta vez que tomo la decisión. Que lo siento muy dentro, lo reflexiono y decido. Me doy cuenta de que tener a mi lado personas que no saben apreciarme, que no me ven, en realidad, sólo me trae daño, máxime cuando esas personas verdaderamente me han hecho daño, aunque fuese involuntario.
Y ya, cansada de tanta decisión y redecisión, no sé casi si expresarlo o mejor dejarlo en un recóndito lugar de mi mente para ver si, de forma definitiva, se convierte en realidad, o, más bien, saco la fuerza de voluntad suficiente como para mantenerme al margen. O firme. Alejada.
Porque no valió borrarte, así que lo intenté volviendo a tenerte en mi vida, pero entonces volviste a hacerme daño, pero, sobre todo, me enfadaste. Y me abriste los ojos. Tú mismo. Así que, quizás, está vez sí sea la definitiva. El punto en el que deje de imaginar presentes que no existen ni existirán, porque ni siquiera yo los quiero. Porque no es lo que quiero. Así de simple.
Absurdo cómo personas que no están tan dentro se quedan más enganchadas que las que de verdad fueron amor. Más fuerte que una enredadera. Creo que ha llegado el momento de la poda.