lunes, marzo 14, 2016

La discriminación tiene una única cara

He leído Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie, mientras me llegaban fotos de los refugiados a las puertas de Grecia, la UE decidiendo cerrar sus fronteras y exportar a los exiliados sin importarle los derechos humanos, noticias sobre mujeres asesinadas, hombres reivindicando su derecho a follarse a la que quieran (opine ella lo mismo o no)... Y no deja de sorprenderme cómo dan igual las naciones, las razas, lo que sea, cuando se trata de hundir en la más triste de las miserias a quien tengamos al lado. 
Gracias a Dios decidí ser una persona desinformada, y digo gracias, porque, si no, es posible que ya hubiera muerto de rabia. Pero leyendo Americanah y viendo lo que pasa ahora mismo por el mundo no he podido evitar pensar que a los seres humanos nos encanta poner etiquetas, marcos, cajas, para, después, organizarlas y estar, el organizador, por encima de todos los demás.
Da igual si es porque él sea blanco y tú negro; o él hombre y tú mujer; o él 'civilizado' y residente en un país sin guerra y tú un exiliado a la fuerza por el horror a la muerte, el hambre o la pura desesperación; las formas de quitarle importancia a que tú estés ahogándote serán las mismas en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.
Esto es: estás exagerando, eso no es aquí, eso era hace siglos, estás siendo una víctima sin motivo. Es decir, la justificación de la opresión, sea del tipo que sea, nunca será con la base de quién la ejerce, si no que estará en los ojos de quien dice padecerla. No es que te opriman, es que tú crees que te oprimen, pero que va. 
No es que en Estados Unidos (lo cito por mi reciente lectura) por el simple hecho de ser negro seas ya sospechoso de lo que sea, lo primero que se les ocurra siempre que  no sea bueno; no es que por ser mujer hayas tenido que aguantar TODA TU VIDA acosos, miedos o desprecio por el mero hecho de haber nacido con un determinado sexo; no es que te traten como a un animal por poner en peligro tu vida para huir de una muerte segura y te atrevas a cruzar fronteras. No, el problema está en que tú, negro; tú, mujer; tú, exiliado, estás mirando las cosas desde el prisma equivocado y con unos conceptos basados en sucesos pasados.
Lo peor es que esa justificación no proviene únicamente del privilegiado. Simplemente el que se crea que está mejor que tú intentará restar importancia a lo que padeces para no sentirse mal por estar un poco por encima tuya, porque le gusta estar ahí y no quiere perder tampoco esa posición, aunque no sea la más alta. No quiere equipararse a ti, y no se le pasa por la cabeza que se pueda igualar hacia arriba, porque parece que todos nos pensamos con derecho a merecer algo mejor, pero sólo si no conlleva que todos los demás también lo tengan.
Eso es lo que más me ha impactado del libro: la constatación de que para nuestra desgracia, dan igual los miles de kilómetros de distancia que separen a dos seres humanos. Cuando se trate de querer privilegios, la forma de ejercerlos y mantenerlos será la misma. ¿No es triste que en lo que más nos parezcamos sea en la manera de rechazar al otro? 
En Americanah, la protagonista dice no haber pensado que era negra hasta que no pisó Estados Unidos y se lo hicieron ver claro. Me apena y me cabrea pensar que los cientos de niños que llegan desde Siria a Europa empiecen a verse como desheredados, se consideren personas sin ningún derecho, porque eso sea lo que les estemos mostrando. No nuestra mano, no nuestra empatía. Nuestra espalda y nuestro 'no lo mereces'.
Quisiera pensar que si somos tan iguales en las formas de desprecio, llegemos a ser capaces de parecernos en las formas de erradicarlo. Que nos levantemos contra la opresión sea del tipo que sea y no sólo contra la que tengamos cerca. Porque, para mí, ser feminista y no defender los derechos del resto de seres humanos no me cabe en la cabeza. Pero hay quien pelea por los refugiados y pega a su pareja. 
Cambiemos la realidad. Luchemos hombro con hombro contra cualquier tipo de opresión, no le quitemos importancia a quien denuncia que lo devalúan de la manera que sea. 
Y, no, no creo que sea lo mismo que te obligen a vivir en el barro en tanto otros deciden dónde acabarás, a pedir el mismo salario. Lo que tristemente es igual es la necesidad del ser humano de decir a otros seres humanos que son menos. 

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