miércoles, septiembre 28, 2016

La infinitud del ser

No es amor todo lo que reluce. O la incomparable fuerza de la educación. Quedaban los ojos reflejados en otros iris tan sorprendidos como los suyos. Mientras, la vía láctea seguía en un círculo imperfecto para marcar a los marinos la ruta. El blanco de la leche brillaba en un firmamento especialmente oscuro en esas latitudes. Las de sus caderas. Como sinuosos vaivenes de los carromatos que intentaban conquistar el Oeste, las alegrías estallaban en un big bang. Era el inicio de la vida nueva. Estrenar siempre les había gustado, a cada uno por separado. Compartir la novedad era novedoso para ellos. Igual que el roce de sus pieles por lugares perdidos de su geografía. 

El zoom hacia atrás para salir del alma les pareció tan sorprendente como ese universo descubierto. Infinito. Nunca habían estado convencidos de la eternidad. Sin embargo, ahora, todo parecía inacabable. Lo intangible se les hizo tan cercano que la piel se erizó en señal de alerta. La de sus propios miedos. Esa desnudez vestida dolía demasiado cuando eran otros los presentes. 

Por una vez, la marea sólo se llevó los restos ensangrentados.

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