lunes, abril 03, 2017

Hoy

Cayó el lunes con desgana sobre las espinas de las rosas sin flor. La raza no dejaba lugar a dudas. Era primavera, aunque las nieves se acumularan en las puertas de entrada, así los chavales conseguían paga extra. Olía como huelen las abuelas que ejercen. Por eso el tacto era demasiado delicado como para escudarse en los dientes. No parecía lo que era, porque la niebla llora cuando te marchas sin decir adiós. Aún con todo, lograste subir la persiana y encontrarte con el edificio que no deja pasar al sol. Tampoco impide las miradas inquisidoras tras los cristales. Piensas. Merece la pena arrancar el primer coche y dejar aparcada la moto. Será más difícil que te caigas sobre las cuatro ruedas en movimiento como hélices helicoides. Supiste de esta forma que el sabor agrio no cortaba la leche. Pero la mantequilla no estaba bien batida y los pedazos resonaban al caer contra el mármol. De puntillas, las estatuas siguen contemplando tus andares de gata sobre la pasarela. No tiene fin, porque termina el día que la mano ha caído sin peso. 

Cuando te quisiste dar cuenta, es martes.

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