viernes, mayo 26, 2017

Descafeinado con hielo

No todo puede ser mentira. O es ésta la verdad.

Escurre lentamente dejando a la vista la tornasolada claridad. Moja y deshace realidades hasta transformarlas en las gotas añoradas por quienes no saben a quién abrazar.

Te abrazaría a ti, pero estás hecho de la roca que habita en mis recovecos. Me dicen blanda porque no saben el secreto que escondo. Mentira.

Color chocolate que sabe amargo, como el primer fruto que trajeron hasta que a alguien se le ocurrió mezclarlo. No permitieron lo mismo con los aborígenes. Era mejor masacrarlos.

Esas realidades se diluyen porque nunca las vimos. Leerlas sólo las convierte en tangibles para quienes llevamos toda la vida entre letras. Los que nunca sabemos definirnos, y no será a falta de palabras.

Por eso siempre elijo la taza. No me gusta el contraste con que el calor rompe el frío. Me gusta el mejunje, a lo mejor porque románticamente sueño con dos que son uno. Por mucho que sueñe que eso no existe. Por mucho que quiera seguir siendo una. Puede que porque tengo la absoluta certeza de que ya son demasiadas dentro.

Las apariencias engañan cuando no se mira. ¿Es esa la mentira que lo engloba todo? Imagen. Imágenes. Se suceden. Entonces, se convierten en cine. ¿A quién no le gusta el cine?

A los que venden palomitas. Al final acaban por los suelos y no es de risa.

A J., que me dio el título sin quererlo. A M., que creó la conversación.

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