miércoles, junio 14, 2017

Arte dramático

'¿Qué tal tu familia? A ti no te pregunto cómo estás que ya se te ve: genial'. Mantuvo su sonrisa hasta que salió del establecimiento. El sol cegó sus ojos, que se contrajeron al igual que sus labios. Poco a poco se borró la sonrisa, conforme del oscuro rincón donde las tenía escondidas, empezaron a aflorar la tristeza, las dudas, la desesperación.

No era la primera vez que oía esas palabras: estás genial, qué guapa estás, que buena cara, qué relajada se te ve, qué feliz luces. 

Siempre con la respuesta de su sonrisa que, al parecer, impedía al interlocutor descubrir el destello de los ojos. No tenía nada que ver con el gesto de su boca. Había extrañeza en ellos, había una petición de socorro, existía un océano completo donde ahogarse sin más salvavidas que esa contracción de labios que intentaba agarrarla a la tierra.

Conforme caminaba por las calles recalentadas por un sol de verano en primavera, sus pensamientos volvieron a sus grandes dotes de actriz. Tan bueno era su arte que nadie sospechaba el peso de un alma que miraba como única salvación la muerte. Al principio había sido una caricia a ese deseo de desaparición. Con el paso de los días, y, sobre todo, de las noches, aquel pensamiento se fue transformando en ideas, formas de acabar con todo que no supusieran sangre.

Quizás era una suerte que fuera de letras. Así no tenía claro cuántas pastillas serían necesarias para que el sueño no tuviera despertar. No quería equivocarse y acabar abriendo los ojos en una ambulancia y avergonzada. Tampoco quería dolor. Para suplicios ya tenía la vida. 

Lo bueno de la repetición continua de lo bien que se la veía era que su cabeza, analítica a pesar de todo, comenzaba a darle vueltas a cómo era capaz de esconderse de sí misma tan bien. O, quizás, de verdad vivía en un mundo en el que a nadie le importaba nadie y soltaban esas frases como meras fórmulas sociales vacías de contenido e interés. No podía ser así, se lo decían también personas que la querían. O ¿el amor se había vuelto a convertir en ese escurridizo sentimiento que nunca comprendía y por eso se le escapaba entre las manos de la falsedad? 

Antes de que se quisiera dar cuenta, sumida en las reflexiones, volvió a toparse con el lugar tan conocido. Agarrada a la barandilla, miraba el río cuya corriente no cesaba. Igual que su vida. 

Quizás necesitaba una presa que cortara el camino. 

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