viernes, junio 09, 2017

Ciclo

Como reptil con uñas afiladas que deja las marcas en el suelo que pisa, enroscándose y haciendo sangrar un barro fértil que prefiere estar desierto. Se queja la arena con gritos descarnados que estremecen el centro de la tierra para convertirse en terremoto. El temblor tambalea las piernas y acaba en el suelo dañado.

Es un círculo deforme que no terminará nunca, como uroboros ardientes que atraviesan paredes, puestas ahí por algo. Vueltas de bailarines turcos que no se desmoronan porque saben mirar al punto fijo que los salva. Mientras, esos saurios no son capaces de salir del huracán en espiral y son despedazados por las fuerzas centrífugas. Partículas que se pegan en los muros instalados para ser agarre.

Escurre sin llegar a tocar el fondo. No existe gravedad que marque un abajo, sólo hay un centro. Bombea y bombea. A golpes de metrónomo estropeado en un ir y venir inestable que crea el tiempo para estar. 

Cuando abre los ojos y suelta su cuerpo: la vida.

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